La exposición colectiva Esto no es FanArt, comisariada por Max Hernández Calvo, reunió a cinco jóvenes artistas —entre ellos Vanessa Karin— cuyo trabajo está claramente influenciado por la cultura visual del manga y el anime japoneses. La muestra destaca cómo el entorno digital ha difuminado la línea entre la vida online y offline, una característica definitoria de esta generación de artistas posinternet. En lugar de crear fan art, la exposición se centra en artistas que reelaboran los elementos visuales y narrativos de esta «lengua franca global» para expresarse desde sus experiencias específicas en el mundo moderno. La serie de Vanessa Karin, «Del deseo y el anime», se presentó en la Alianza Francesa de Miraflores, del 26 de marzo al 17 de mayo de 2025.

Miguel Angel Polick, Vanessa Karin, John Kevin Chávez, Estephanie Jaime, y Martín Tokeshi, son, como muchos otros jóvenes, consumidores de manga y de anime japonés. Sus obras reflejan la manera en que la cultura del entretenimiento japonesa se ha vuelto parte integral de nuestro paisaje urbano—online como offline—, constituyéndose en una verdadera “lingua franca global” de la juventud. El triunfo de la cultura gráfica japonesa se hace patente en la manera en que sus imágenes fantásticas, extrañas, oníricas, y/o futuristas pueblan nuestras pantallas y, en cierto modo, nuestra imaginación. Sin embargo, estos cinco artistas, antes que canalizar su admiración por el anime y el manga (como ocurre con el “fan art”, aquellas obras hechas por aficionados para rendir homenaje a sus personajes favoritos), reelaboran sus claves visuales, exploran sus géneros, y replican sus subculturas desde lo específico de sus experiencias y modos de habitar el presente. Miguel Ángel Polick aborda la cultura “otaku” (fan de la cultura japonesa), recreando los DVDs de animes subtitulados por aficionados, quienes hacían las veces de traductores y distribuidores de series de anime japonesa. Polick se centra en una agrupación de “fansub” (subtitulación por aficionados), como una manera de recuperar la memoria de aquel periodo en que la cultura del anime comenzó a expandirse e instaurarse localmente. Vanessa Karin toma como referente el hentai, un subgénero del anime orientado al erotismo. Manipulando estas imágenes, la artista busca representar el deseo y la sexualidad fuera de nuestras limitaciones físicas y morales. El carácter irreal de sus figuras las hace ajenas a toda identidad específica, habilitándolas para que cualquiera se proyecte en ellas, sugiriendo así que el deseo es una fuerza que atraviesa cuerpos y subjetividades sin distinciones. Por su parte, Estephanie Jaime explora las preguntas sobre el futuro lanzadas tácitamente por las series animadas japonesas—pobladas de robots y seres espaciales—que se transmitían por televisión nacional durante su infancia. A partir de su experiencia temprana con la cultura pop japonesa y su percepción de un mundo mágico pero posible, la artista se cuestiona sobre la tecnificación de la vida donde lo orgánico y lo artificial se entrelazan de modos cada vez mayores. John Kevin Chávez aborda el mundo del merchandising de las series animadas, usando como referente su fascinación de niñez por “Los Caballeros del Zodiaco”. Chávez da cuenta del éxito del merchandising, aludiendo no a los juguetes originales, sino más bien a sus falsificaciones, dirigidas a una clientela más amplia (y de menores recursos), ávida por estos productos que, sin embargo, estaban muy lejos de parecerse a sus modelos televisivos, tal como ofrecían engañosamente sus empaques. Martín Tokeshi recrea una mesa de esas pequeñas ferias en las que pequeños productores y artistas se reúnen a ofrecer diferentes productos al público, desde obras de arte—incluido fan art —, juguetes, joyería hecha a mano, ropa vintage, discos, objetos decorativos, artesanías, entre otros. La obra de Tokeshi busca evocar el carácter autogestionario de estos circuitos, así como la precariedad de esta “economía ferial”. Las obras que reúne “Esto no es fan art” son un testimonio del enorme impacto que han tenido estas formas culturales en nuestro medio, pero sobre todo revelan la impronta de una experiencia del mundo mediada por pantallas (grandes, medianas, y personales). En otras palabras, este grupo de artistas post-internet parece dar cuenta de la manera cómo la sobrecarga de información visual, virtual y viral va desdibujando las diferencias entre los mundos online y offline.