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De Mi para Ti

Vista instalativa de la serie "De Mi para Ti", exhibida en Symbiosis

Últimamente tengo un interés en el sexting. Hace relativamente poco que empecé a practicarlo. Para “Deseos Voraces” junto a Luna y Juli, teníamos el “deseo” como punto de encuentro. Pueden leer más a fondo sobre ello en el texto curatorial que Maca escribió para la muestra. Y dado que el sexting me a echo sentir muy deseada, me pareció una oportunidad maravillosa para hacer obra sobre ello. Me pasaba, y estoy segura de que a muchas también, que los nvd3s que enviaba me parecían tan lindos que hasta me daba pena no poder publicarlos abiertamente. De hecho, creo que tienen ese carácter de belleza porque están injertos en el contexto del sexting. Tomé dichos nudes que alguna vez envié y los traspasé al dibujo. El dibujo fue un medio que, a modo de filtro, fue eligiendo que partes rescatar y cuáles no. Hay una sutileza que me brinda el lápiz que no he podido encontrar en otros materiales. (Ufff y sobre la tela cruda). Ahora, pienso que, al retirarlos de su contexto, perdían fuerza. Así que necesitaba resaltar el “fin del nvd3”, su final, su propósito, su objetivo en esta vida: hacer que nos viniéramos. A mi particularmente me gusta muchísimo ver al otro venirse. El rostro que pone el hombre al venirse es una expresión tan frágil, tan vulnerable, tan ay no se, tan tan tan tan, en fin, me fascina. Si pudiera me comería esa expresión. Entonces caí en cuenta que se volvió una producción activa de emociones y significados donde, en lugar de que el cuerpo sea consumido, el cuerpo es resignificado. El deseo surgido de estas imágenes no existe para ser consumido, sino que se activa en el receptor. Y es en ese receptor donde finalmente se transforma. De allí que el título sea: De Mi para Ti Así que endurecí la tela, como si fuera el papel o los pañuelos con el que se limpió el semen, el sudor y la saliva. Y fuera este conjunto de fluidos lo que le indica el “fin del nvd3”. Asimismo, al arrugar la tela, termino de decidir qué se ve y qué no. Termino de estirar mi cuerpo, de recomponerlo. Es una pieza que parece suave, pero es dura. Es un cuerpo trozado y expuesto. ¿No nos piden, por seguridad, que nunca mostremos la cara? De hecho, el gobierno publicó el Decreto Legislativo 1410 que incorpora los delitos de acoso, acoso sexual, chantaje sexual y difusión de imágenes, materiales audiovisuales o audios con contenido sexual al Código Penal, y también modifica el procedimiento de sanción del hostigamiento sexual. (gob.pe,2018) Se busca establecer hasta seis años de pena privativa de la libertad a quienes divulguen imágenes o audios con contenido sexual sin consentimiento de víctimas. En un par de piezas, muestro mi cara. Quería que supieran de quien eran los trozos de cuerpo expuesto y necesitaba que conocieran mi identidad. El ejercicio de colocarme por partes, me tomo bastantes intentos. No por falta de habilidad, sino por los nervios de exponerme. Así sean solo dibujos, el material de origen siguen siendo nvd3s míos. Ahora te invito a que me conozcas por partecitas en las siguientes piezas.

Deseos voraces
Simbolizando el acto de desear

Hay un brillo inquietante que aparece en las obras de artistas que exploran sus cuerpos. Hay un rastro único (a modo de sello) que gobierna sus piezas, conjugado por el deseo imperioso de deslegitimar las palabras que muchas veces condenaron sus cuerpos. Lo que descubren ahora es que este ser sexual también existe porque lo llevan dentro desde el primer encuentro con el placer, y ahora les pertenece por completo. Es un placer terrenal y personal, más suyo que de nadie, nacido desde la urgencia de utilizar su cuerpo. Darle un uso. Llevarlo al abismo e intentar empujarlo. Vemos cuerpos deformes, entregados y expuestos. ¿Qué deseos mórbidos podemos sacar de ahí? Cada una de las artistas en esta muestra parte de una premisa común: la documentación íntima de sus emociones. Luna Dannon trabaja desde el deseo y el miedo como fuerzas duales que tensionan sus pinturas. Se da el permiso de diseccionar su experiencia con una precisión quirúrgica, volviendo su autoreflejo en un archivo emocional. Vanessa Karin, por su parte, materializa la naturaleza intangible del sexting, transformando el nude digital en un objeto artístico. Su obra cuestiona la intimidad en la era de la imagen efímera, resignificándola en un residuo permanente. En los paisajes oníricos de Julieta Glasserman, la sexualidad y la angustia se entrelazan: sus obras transmutan sus fobias y preocupaciones en escenarios de belleza inquietante, donde su propio cuerpo es un diario visual de su psique. Ellas cuestionan si ese cuerpo es realmente suyo para explorar o es el templo intocable que les dicen que es. Nace una curiosidad inaudita por conocerlo de manera visceral, por llegar a lo más profundo de él: ¿Por qué no abrirlo y diseccionarlo? Al hacerlo, surge una autorrepresentación lúdica que aborda ese deseo desde una mirada persecutora y especialmente propia. Aquella pulsión escópica que socialmente nos atraviesa es ahora tomada por las manos de las artistas, quienes la traducen en unas obras que confrontan y seducen a la vez. Leonor Silvestri habla del placer como una trinchera, un lugar donde el deseo no se rinde ante la moralidad ni a las expectativas de liberación. En estas obras, ese placer se deforma, se oculta y se ofrece al espectador como un desafío: no para ser comprendido, sino para ser sentido. El deseo es cortado y transitado por angustias que aquí son evidenciadas como cuerpos que se equivocan ante la mirada de los demás. Luna Dannon construye imágenes donde el cuerpo intenta dominarse a sí mismo, en una tensión constante entre lo que lo contiene y lo que lo desborda. Julieta Glasserman presenta el cuerpo como la entrada de un túnel sin fin donde habitan nuestros rencores, preservando la imagen erótica en una dimensión táctil y material. Vanessa Karin nos lleva a un espacio de post-ensoñación donde el cuerpo se vuelve una criatura mutante, oscilando entre lo frágil y lo monstruoso. Las artistas ofrendan fragmentos de ellas mismas como si fueran caramelos o indulgencias efímeras. Por un momento, sus cuerpos abandonan la cotidianidad para ser expuestos con urgencia en mundos soñados que oscilan entre lo utópico y lo distópico. Estos espacios parecen prometer aquella liberación de la que tanto se alardea en ciertos discursos feministas que en su afán liberador, terminan replicando nuevas normas sobre el deseo rebosante, Sin embargo, las artistas no buscan encajar en una narrativa preestablecida. No ofrecen una solución moralizante ni una reivindicación clara: nos muestran un cuerpo en proceso, en crisis y en juego. Un rito de iniciación hacia nuevos ideales corpóreos. Nos conducen a deformarnos ante el espejo, creando así un lugar donde la necesidad de acariciar carencias se convierte en una forma de autorrepresentación, y la incomodidad, en un modo de contener el deseo. Macarena Puelles

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